Artículo de nuestro vicepresidente segundo: Retos y oportunidades para los puertos deportivos y comerciales en la transición energética

Marilena Estarellas • 18 de septiembre de 2025

Estrategia Marítima de España 2025-2050


Los mares y océanos han sido siempre un motor de desarrollo para la humanidad. En el caso de España, su economía, con más de 8.000 kilómetros de costa y una posición geoestratégica privilegiada en las rutas comerciales mundiales, no puede entenderse sin el mar. Hoy, tres de cada cuatro importaciones y más de la mitad de las exportaciones del país viajan por mar. Y nuestro sistema portuario es el segundo de Europa en volumen de mercancías. Pero detrás de estas cifras tan positivas, el sector marítimo español afronta un diagnóstico incómodo: la flota bajo pabellón nacional ha perdido peso en las últimas décadas, el sector naviero tiene una dimensión reducida en comparación con otros países europeos, y la dependencia de los combustibles fósiles pone en cuestión su sostenibilidad futura.

Es en este contexto que el Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible ha publicado en mayo de 2025 la Estrategia Marítima de España 2025-2050, un documento ambicioso que quiere ser la hoja de ruta para posicionar al país dentro de la economía azul global en las próximas décadas. El motivo de su elaboración es claro: reforzar el papel marítimo de España en un momento en que el comercio internacional, la transición energética y la digitalización están cambiando las reglas del juego del sector. Y es que el reto es mayúsculo. Hay que adaptar el sector a las nuevas exigencias ambientales y tecnológicas al mismo tiempo que reforzamos la competitividad de nuestros puertos y del transporte marítimo. Si no se actúa, existe el riesgo de que nuestro sistema marítimo quede relegado a un papel secundario. Pero si hacemos los deberes, España tiene la oportunidad de convertirse en un referente europeo, con puertos modernos, verdes y tecnológicamente avanzados. 


Porque, más allá de otros aspectos clave como la conectividad internacional, la seguridad marítima o la competitividad logística, el documento del Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible deja claro que el futuro no se jugará únicamente en ese terreno. El verdadero eje será la energía, y la manera en que los puertos sepan generarla, administrarla y ponerla al servicio de una economía más limpia y competitiva marcará el futuro de los puertos en esta primera mitad del siglo XXI. En este sentido, a la hora de planificar la política económica y estratégica, los puertos ya no pueden ser considerados únicamente como infraestructuras logísticas de mercancías. Deben convertirse en hubs energéticos inteligentes, capaces de generar y administrar energía renovable y de servir como nodos esenciales de la transición energética global. Esto implica desplegar redes fotovoltaicas y eólicas propias, impulsar el autoconsumo en las instalaciones, desarrollar redes inteligentes capaces de almacenar y redistribuir energía, optimizar el consumo y adaptar las infraestructuras portuarias a los nuevos combustibles marinos como el hidrógeno, el amoníaco o el metanol verde.


Un elemento especialmente relevante en este aspecto es la eólica marina, donde el documento pone un acento especial dado que España dispone de una posición destacada gracias a la tecnología flotante. Su desarrollo no solo reforzará la transición energética, sino que también generará un amplio campo de actividad industrial y logística estrechamente vinculado a los puertos.


Pero con la transformación energética, por sí sola, no basta. Es necesario llevar a cabo un cambio competitivo en la organización portuaria. Y en este sentido, el documento del Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible señala que los puertos deben desarrollar un segundo vector: la digitalización y la robotización. Los puertos del futuro serán espacios donde la gestión digital del flujo de mercancías, el uso de sensores e inteligencia artificial, las terminales robotizadas y los sistemas de seguridad avanzada configuren instalaciones más eficientes, sostenibles y seguras. Y esta doble transformación —energética y digital— no solo marcará la evolución de los puertos a lo largo del siglo XXI, sino que establecerá las bases de lo que serán al menos hasta principios del siglo XXII: verdaderos ecosistemas tecnológicos y energéticos al servicio del comercio y de la sostenibilidad global.


Pero no podemos olvidar que detrás de los barcos, las grúas, la tecnología y la energía hay otro aspecto clave: las personas. En este sentido, el documento señala la dimensión social como un punto esencial que no puede quedar al margen de esta transformación. Y es que, más allá de lo que el imaginario colectivo pueda pensar con la irrupción de la IA en nuestras vidas —donde algunos augurios pesimistas anuncian que los humanos podrían dejar de ser necesarios—, la realidad es que el futuro no será ese. La transición energética y digital requiere conocimiento, experiencia y capacidad humana para interpretar y tomar decisiones, y por eso será necesaria la formación y cualificación de los trabajadores del mar y del sector portuario. Hay que impulsar programas educativos y profesionales que preparen marinos, técnicos e ingenieros para operar nuevos sistemas propulsivos, gestionar combustibles alternativos y trabajar en entornos altamente digitalizados. Este concepto de “empleo azul” es una oportunidad de creación de puestos de trabajo estables y de calidad, capaces de arraigar actividad en territorios costeros a menudo demasiado dependientes de un turismo estacional y con una capacidad limitada de generar valor añadido.


Otro punto que el documento pone sobre la mesa es la necesidad de que el sector marítimo español asuma como objetivo estratégico recuperar el prestigio y la competitividad de la bandera española en la flota de transporte internacional. Según se expone, la pérdida constante de buques registrados en el pabellón nacional es un síntoma de las dificultades administrativas y fiscales que afronta el sector. El propio documento señala problemas concretos, como la dispersión de competencias entre ministerios, la lentitud de los trámites, la falta de agilidad en las inspecciones o la aplicación de normas pensadas para sectores terrestres. Además, compara el pabellón español con otros registros europeos —como Madeira, Dinamarca o Malta—, que ofrecen más flexibilidad y han sabido adaptarse y atraer buena parte de la flota internacional. En este contexto, la Estrategia Marítima de España 2025-2050 alerta de que, sin una flota propia fuerte, España seguirá dependiendo de navieras extranjeras y perderá capacidad de influencia estratégica.


Finalmente, el documento dedica también atención a la náutica deportiva y al turismo marítimo. Con millones de visitantes anuales y un litoral privilegiado, España tiene unas condiciones únicas para convertirse en referente europeo del turismo náutico sostenible. Y es que en la actualidad, el sector ya tiene un peso económico significativo, con casi veinte mil empleos directos y un fuerte efecto multiplicador sobre la industria auxiliar y los servicios. Pero el documento subraya que aún hay mucho margen de crecimiento, ya que el número de embarcaciones por habitante sigue siendo de los más bajos de la Unión Europea. Por ello, llevar a cabo acciones destinadas a modernizar instalaciones, promover la sostenibilidad de los puertos deportivos e impulsar servicios de mantenimiento y reparación no solo puede generar riqueza y empleo de calidad, sino también proyectar a España como destino líder en turismo náutico sostenible, capaz de combinar atractivo turístico, respeto ambiental y dinamización económica de muchos municipios costeros.


En este sentido, este planteamiento encaja con los puntos clave que ya hemos defendido en otras ocasiones desde la ANBE, donde defendemos que los puertos deportivos, por sus dimensiones y por la industria náutica que concentran a su alrededor, deben convertirse en hubs energéticos. La energía debe ser un factor estratégico que impulse el desarrollo industrial y económico del sector, reforzando su capacidad de arrastrar innovación, sostenibilidad y competitividad en el conjunto de la economía azul. La electrificación de los puertos y de la flota, junto con una gestión energética avanzada, debe consolidarse como el motor económico que dinamice los puertos deportivos, la náutica deportiva y el turismo marítimo en las próximas décadas de esta primera mitad del siglo XXI. 


Conclusiones

La Estrategia Marítima de España 2025-2050 nos recuerda que el mar no es solo un espacio de navegación, sino un motor económico, social y ambiental que debe entenderse como un activo estratégico de primer orden. El documento sitúa claramente los retos que España tiene por delante y señala los vectores que hay que activar para no quedar relegados en un mundo donde la transición energética y digital está redefiniendo el comercio y la movilidad global.


Los retos que afrontamos son tan grandes como ineludibles: descarbonizar el transporte marítimo, modernizar los puertos y sus infraestructuras, recuperar el peso de la flota bajo pabellón español y preparar una nueva generación de profesionales formados en los


nuevos sistemas propulsivos, en la gestión energética y en el uso de tecnologías digitales. A todo esto se suma el potencial aún por desplegar de la náutica deportiva y el turismo marítimo, sectores con un impacto económico creciente y una enorme capacidad de dinamizar los territorios costeros.


Para alcanzar estos objetivos, será necesario actuar en cinco grandes ámbitos que el documento identifica y que hemos desarrollado a lo largo del artículo:


  1. Puertos verdes y energéticos, con instalaciones capaces de producir y gestionar energía renovable, preparadas para los nuevos combustibles marinos e integradas con la generación eólica marina.


  1. Digitalización e innovación, con procesos automatizados, uso de sensores e inteligencia artificial para optimizar flujos y reducir costes, y con una apuesta clara por la robotización de terminales.


  1. Formación y empleo azul, que garantice la cualificación de los profesionales del mar y del sector portuario, con programas educativos adaptados a los retos de la transición energética y digital.


  1. Recuperando la competitividad de las banderas españolas, simplificando trámites, adaptando normativas y ofreciendo un entorno competitivo que permita atraer flota y recuperar influencia estratégica.


  1. Impulso de la náutica deportiva y del turismo marítimo sostenible, modernizando puertos deportivos, promoviendo su sostenibilidad y convirtiéndolos en verdaderos hubs energéticos capaces de dinamizar la industria náutica y el turismo costero.


Por tanto, el mensaje final es sencillo pero contundente: no hacer nada equivale a perder oportunidades y a depender de otros. España tiene las condiciones, la historia y los recursos para convertirse en un país marítimo de referencia. El camino es exigente, pero si sabemos aprovechar la transición energética y digital como una oportunidad, y el capital humano del que disponemos, nuestros puertos dejarán de ser únicamente puertas comerciales para convertirse en laboratorios de innovación, sostenibilidad y competitividad al servicio de la economía azul del siglo XXI y más allá. 

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